Pandemia

La gripe porcina, AH1N1, pasó de moda y finalmente todo volvió a la normalidad. Los noticieros volvieron a hablar de la corrupción de los presidentes de turno, los impuestos, la inseguridad, la inflación y la moda para la temporada que viene. Ya no se ve casi gente en la calle con tapabocas (barbijos, como les dicen acá), el alcohol en gel empieza a acumularse en las vitrinas de las farmacias, supermercados chinos, kioskos, gasolineras y demás sitios donde antes estaba completamente agotado y, siguiendo las leyes más elementales del mercado, ha bajado de los desvergonzados AR$7.50 que llegó a costar hace un mes a la más aceptable suma de AR$4.25. La pandemia se detuvo de una manera tan súbita y misteriosa como empezó.


La gripe porcina o AH1N1 pasó de moda y finalmente todo volvió a la normalidad. Los noticieros volvieron a hablar de la corrupción de los presidentes de turno, los impuestos, la inseguridad, la inflación y la moda para la temporada que viene. Ya no se ve casi gente en la calle con tapabocas (barbijos, como les dicen acá), el alcohol en gel empieza a acumularse en las vitrinas de las farmacias, supermercados chinos, kioskos, gasolineras y demás sitios donde antes estaba completamente agotado y, siguiendo las leyes más elementales del mercado, ha bajado de los desvergonzados AR$7.50 que llegó a costar hace un mes a la más aceptable suma de AR$4.25. La pandemia se detuvo de una manera tan súbita y misteriosa como empezó.

No iré tan lejos como algunos un poco más escépticos que juran y dan la vida afirmando que nunca existió el tan famoso virus y que todo fue una de las tantas conspiraciones cuidadosamente confeccionadas por un puñado de los hombres más ricos y poderosos del mundo, esos personajes de más de 50, gordos y algo calvos, que ríen y beben whisky en sus penthouse burlándose de la ingenuidad y estupidez del resto de la humanidad, que se apresura a obedecer ciegamente sus siniestros mandatos secretos incluso a costa de su propio bienestar «como vacas al matadero». No creo que ese sea el caso, eso sería sobrestimar el poder de esos señores y  al mismo tiempo subestimar nuestra propia proclividad como especie a ser, citando mal a Simón Bolívar, supersticiosos, dominados por la intriga y la ambición. Y si, uso la palabra «superstición» deliberadamente aunque no estemos hablando de magia, duendes, fantasmas y demás conceptos normalmente asociados a ese tema; hablo de una superstición un poco más refinada pero igualmente ingenua y tal vez más preocupante: creer que todo lo que se dice en los medios es totalmente cierto o totalmente falso y más cuando se le agrega una que otra palabra rimbombante, un adjetivo escandaloso, testimonios calificados y, en algunos casos, hasta su propio tema musical. Una vez más, no estoy defendiendo al escéptico de las conspiraciones ni al crédulo que compró alcohol en gel por galón; si algo estoy defendiendo la postura gris, el ni chicha ni limonada y mi intención es más hacer un llamado a la prudencia y al análisis objetivo de todo este fenómeno desde mi propio punto de vista, por contradictorio y arrogante que eso sea. No intento convencer, sólo compartir lo que pienso.

En mi opinión, el dichoso virus en efecto existe, sí hubo una epidemia importante aunque mucho menos seria de lo que se hizo creer en los medios y sí hubo, por supuesto, gente que se aprovechó y benefició de ella; aunque no fueron precisamente los gordos bebe whisky que mencionaba antes y los que se beneficiaron no fue porque conspiraran, sino porque vieron en todo este quilombo una oportunidad de negocio.

San Vito

En en julio de 1518, en la ciudad de Estrasburgo (actual Francia) una mujer, Frau Troffea, repentina e incontrolablemente empezó a bailar en la calle. Otros se le fueron uniendo y una semana después ya había 34 bailarines, un mes después, 400. No se detenían ni para comer o dormir y muchos de los bailarines terminaron muriendo por deshidratación, ataques cardiacos o agotamiento. La extraña manía fue bautizada El baile de San Vito, pues se creía que llevar a las víctimas ante una imagen de este santo los curaría. No fue la primera ni la única vez que este mal terpsicóreo se presentó en Europa; hubo un par de incidentes similares en 1374 y 1491. Las explicaciones iban desde la típica de su época, posesión demoniaca, hasta unas un poco más vanguardistas, como atribuir el frenesí del baile a «sangre caliente». Las curas eran igualmente variadas. Entre las alternativas ofrecidas estaba la ya mencionada exposición al santo, sangrías (desangrar controladamente al paciente) y, por extraño que parezca, música de fiesta, pues creían que la música daría algo de armonía al baile y eventualmente terminaría. A pesar de lo poético de esta última cura, si algo logró, fue agravar la situación. Como dato curioso, la música que se interpretaba intentando aliviar esta enfermedad eventualmente terminaría convirtiéndose en la tarantella (click!).

La psiquiatría actual explica el baile de San Vito como un caso de histeria colectiva; un trastorno sociopsicológico en el que un paciente, después de un periodo de stress, cae enfermo y empieza a manifestar los síntomas, luego otros empiezan a manifestar síntomas similares. El paralelo entre la reciente pandemia y el mal de la danza es bastante claro: ambos aparecieron en una época convulsionada por una recesión económica, guerras y tensión generalizada; a esto agregamos un agente patógeno especialmente contagioso y pronto obtenemos la receta para la histeria. Afortunadamente la gripe porcina es mucho menos letal que la peste negra que asolaba a Europa en los tiempos de San Vito, pero para el argumento la tasa de mortalidad es mucho menos importante que la de morbilidad.

Igual que en la pandemia medieval, cuando los músicos y los barberos que practicaban las sangrías salieron ganando, muchos se han beneficiado por la gripe porcina. Están los supermercados, los productores de tapabocas y alcohol en gel, las compañías farmacéuticas, los noticieros y periódicos que aumentaron su rating y ventas respectivamente, y muchos políticos que aprovecharon la angustia para hacer campaña atacando a sus rivales por su mal sistema de salud o elogiando su gestión en la misma área. Igual que en la pandemia medieval, muchos manifestaron los mismos síntomas sin estar realmente enfermos; y al igual que en la edad media, se evidenció la ineficacia de los gobiernos para hacer frente a una emergencia de este estilo. De nuevo, afortunadamente no se trató de un virus tan mortal como el de la antigüedad.

También quedó clara la influencia de los medios en la sociedad, nada nuevo, pero que creo vale la pena destacarlo. El virus no se ha desvanecido mágicamente como el baile de San Vito, sólo se volvió una noticia gastada a la que nos acostumbramos y dejó de ser rentable transmitirla; y con la disminución de la cobertura también disminuyó la histeria. Lo mismo pasó con el ataque a las torres gemelas y la paranoia del terrorismo. Al Qaeda sigue activo, la guerra en Iraq sigue y Afganistán sigue ocupado, sólo nos acostumbramos a la noticia.

Puede que los gordos bebe whisky en efecto estuvieran en sus penthouse riéndose de nuestra ingenuidad y estupidez, pero una cosa es segura: se estaban riendo con tapabocas.

Más sobre las manías del baile:

[PDF] Dancing Plagues and Mass Hysteria — John Walles (tomado de http://www.thepsychologist.org.uk)

[PDF] The Black Death & Dancing Mania — Justus Friederich Karl Hecker (e-book)

Dancing mania — Wikipedia

Publicado el agosto 16, 2009 en Ciencia, Curioso, La Humanidad y etiquetado en , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.

  1. Que interesante dato lo del baile de san vitto…
    Aquí vi algo que se asemeja pero en un plan mas festivo y con quimicos de por medio

    Con lo de la gripe porcina, yo no asumo ninguna postura. Quizás si, quizás no… pero de que algunos armaron buen business con ello, ni hablar.

    Saludos!

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